La violencia en Argentina: un fenómeno en aumento. ¿Qué hacer?
Es evidente que en nuestro país, y especialmente en las áreas urbanas de cierta magnitud, entre las que se destaca la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, o sea el AMBA, es donde más se registra el crecimiento de la violencia.
Esta violencia entre la ciudadanía se expresa en múltiples formas y ámbitos, especialmente en la calle, en ciertos ámbitos como los centros de atención de la salud y hospitales, las escuelas, los medios de transporte y otros ámbitos comunitarios en los que la ciudadanía comparte la convivencia. Los datos de la investigación realizada por Voice y publicados en la nota en la sección Sociedad del diario PERFIL del domingo pasado, muestran una sociedad que vive tiempos violentos. Cuatro de cada diez personas presenció peleas o agresiones en la vía pública según esta encuesta, un dato alarmante.
El estudio indica que la calle es un lugar muy inseguro ya que es en ella donde registra la mayor frecuencia de agresiones por conflictos del tránsito o en el transporte público. A éstas se suman las agresiones en lugares antes impensados como las escuelas y los centros de atención de salud y hospitales. Esos lugares, que gozaban de una alta valoración social, incluso su personal en el caso de los centros de atención de la salud que durante la pandemia fue reconocido por su dedicación y valentía ante el riesgo de enfermar o morir, como fueron especialmente médicos y enfermeras, ahora son frecuentemente agredidos por los pacientes o sus familiares.
Reclaman por la atención propia o de familiares o amigos, los increpan y agreden físicamente cuando consideran que no recibieron la atención adecuada. En las escuelas, madres y/o padres de alumnos, ahora ante una mala nota u otra situación en la cual creen que los docentes o los directivos, o ambos, actuaron mal, no solo los enfrentan de palabra, los golpean y agreden físicamente. Esto evidencia un ambiente social muy agresivo, de gran intolerancia, que lleva a las personas a atacar a los otros ante algún hecho que les molesta.
Los motivos son múltiples y complejos pero la reacción de intolerancia crece y se vuelve más grave en la medida en que hay mucha frustración por la situación económica y social frágil, y con pocas expectativas de mejoría. Esto se ve alimentado por la conducta de quienes están en posiciones de gobierno, así como los políticos candidatos a cargos en las próximas elecciones y a la repercusión que tiene todo esto en los medios de comunicación y sociales, donde es aún más grave por la falta de filtros y controles. Esta situación lleva a reacciones extremas, como el conductor de auto que, ante una confrontación con otro, reaccionó dándole hachazos al parabrisas del otro auto. De estos casos hay muchos. Esto repercute en las parejas: vemos un aumento de la violencia de género que expresa esa intolerancia.
Este mes los femicidios aumentaron. Por ejemplo, la mujer asesinada por su esposo delante de su hijo de 7 años que luego se mató abrazado a ella. Él envió un mensaje el día anterior en una torta que decía: “Te amo, pero a veces quiero un dibujo de una persona estrangulando a otra”. Si alguien ante su mensaje lo hubiera ayudado, a lo mejor se evitaba el femicidio y su suicidio. Otro caso fue el de la mujer apuñalada por su expareja en su lugar de trabajo, ella lo denunció y tenía orden de no acercarse.
En el trabajo que compartían se limitaron a cambiarle el turno a ella para evitar que se cruzaran, esto no alcanzó y esa fue otra muerte evitable si se hubiera separado al agresor de la empresa. Para disminuir la violencia de género, debemos también disminuir la violencia social, es responsabilidad de todos dejar de alimentar la intolerancia, especialmente de quienes gobiernan y quienes aspiran a hacerlo.