Difícil, casi una utopía: ¿y si intentan desactivar la bomba entre todos?
Tal como le suele suceder a la Argentina en muchos aspectos, la indignación, a veces sobreactuada, supera a la necesidad de buscar caminos comunes y esa tara monumental le pone múltiples trabas a cualquier desarrollo . Así, pasan los meses y el diagnóstico es de empeoramiento persistente de la situación económica y social. Por estos días, el término "bomba" ha generado un revuelo tal que lo que debió ser una discusión propia de campaña electoral ha terminado tapando, quizás por una decisión racional de embarrar la cancha, la actual inacción de la política. Esa pasividad, que actúa cada vez más como lastre en la vida de los argentinos y que los lleva a desconfiar de todo y de todos, es la misma que se manifiesta en poner a la ideología y no al pragmatismo como motor de la prosperidad , en los múltiples giros del Gobierno en materia económica, en comunicar siempre medias verdades, en una agenda de política exterior oscura e inconsistente, en proyectos, discursos y reuniones oficialistas que no llevan a ninguna parte, en documentos opositores de ocasión que denuncian sin proponer y en la inacción del Congreso, propiciada por el Frente de Todos debido a su afán de ir contra las instituciones (juicio político a la Corte) y ratificada por Juntos por el Cambio, al no darle juego a varios proyectos de la primera minoría que tildan de "populistas". Mientras tanto, en medio de tamaño aquelarre, la discusión de fondo se ha quedado en la periferia y lo que surge es un parloteo que, por gaseoso, no lleva a ninguna parte y cristaliza la parálisis. La clave aquí no sería hablar de "unidad", tal como le gusta pregonar al presidente de la Nación, inverosímil pensamiento que no sólo termina anulando las "iniciativas creadoras" y sepultando al "mérito", dos conceptos que a Máximo Kirchner no le caen nada bien pero que son el sustento del progreso, primero individual y luego colectivo, sino también al sentido común, elemento que suele servir de contrapeso para impedir que el país siga pegándose tiros en los pies. ¿Es tan dramática la situación del endeudamiento como para hablar tan desaprensivamente de "bomba"? Y en todo caso, si es tan así y sólo hay que esperar el momento de una explosión que no se sabe cuándo será, si durante el tiempo de éste o del próximo gobierno, ¿por qué no se juntan ahora, ya mismo, los economistas de ambos bandos para aportar soluciones desde la diversidad de pensamientos que mitiguen el efecto de lo que fatalmente va a suceder? No se espera que este club de bochos aborde cuestiones de fondo en materia de política económica, que bastante diferentes son desde lo práctico y desde lo ideológico, sino que sería deseable que aunque sea se esmere en darle sustento aunque sea a una mínima cantidad de soluciones operativas. Debería esperarse, al menos, que quienes se s ienten a pensar arrimen junto al tema del financiamiento algunas decisiones que ayuden, por ejemplo, a mitigar la inflación y a buscar caminos para superar la endeble situación de Reservas. La tríada de temas para empezar a atacar el incendio es convocante y quizás cuando se logren pulir diferencias y las afinidades empiecen a surgir, los caminos comunes podrían ser más fáciles de recorrer en otras cuestiones críticas (pobreza, inversión, empleo, comercio exterior, etc.), aún en medio de los escombros. También en el plano casi de la utopía y más allá de que las soluciones sean finalmente las correctas, qué buen ejemplo que se le daría a la sociedad en materia de colaboración, ya sea desde el aguante que algunos ciudadanos han casi agotado, aportes de cualquier calibre o lo que sea. Es lo que debería pasar en cualquier país no enfermo, tal como está la Argentina, cuyos dirigentes sean dueños de una mirada que vaya más allá de sus narices y cuyas discusiones no se asemejen tanto como acá, al griterío de vecinas enojadas que discuten de puerta a puerta. Los dislates verbales de Alberto Fernández tampoco ayudan mucho para apuntarle al fondo de la cuestión, ya que las redes sociales, sobre todo, se regodean con sus dichos, muchos de ellos irritativos, como si esa fuese una táctica para mostrarse activo en sus peleas dentro del FdeT y otros, por insólitos, flagrantes metidas de pata. De allí, que los detractores surjan de los dos lados en tono de crítica y aun de burla del mandatario, ya sea de la oposición o del propio riñón más kirchnerista del oficialismo, su principal y más activo enemigo. Si él dice "yo soy Presidente" y a la vez afirma que gobierna con los que "puede" hay una contradicción tan flagrante que menoscaba su investidura y lo deja a merced del tiroteo. Todo este show de autoflagelación que propicia la hoy despistada personalidad presidencial es parte del principal problema que tiene el oficialismo: se gobierna poco y nada porque sólo se piensa en cómo salvar la ropa en las elecciones. Los sondeos de imagen parecen darle un poco mejor al oficialismo que confía en que haya dispersión opositora, la que propicia Javier Milei en su a veces exagerada cruzada libertaria llena de marketing, aunque hasta ahora sin mostrar pericia gubernamental alguna y algún eventual rompimiento dentro de Juntos por el Cambio, para alzarse otra vez con la Presidencia. "Aunque no estuviese esa zanahoria, seguro que Alberto tiene que jugar, porque ahora su principal problema es dilatar lo más que se pueda la posibilidad de ser un pato rengo", le dijo a El Cronista un asistente a la reunión de Olivos del martes pasado por la noche donde, asado de por medio, el Presidente ratificó su intención de presentarse como precandidato en las PASO , situación electoral que él desea que se discuta como primordial el próximo jueves en la Mesa a la que convocó. La figura ("lame duck") es habitualmente utilizada en los EEUU para reflejar el tiempo en el Presidente actual queda disminuido porque se ha elegido a quien lo va a suceder. Es probable que n i Cristina Kirchner ni su hijo Máximo estén presentes allí, ya que ambos quieren discutir políticas de gobierno, aunque eso represente el último estertor del Presidente. En materia de candidatos, se sabe que el kirchnerismo prefiere el dedo, ya que así se asegura las designaciones aunque la modalidad no es del todo efectiva, a juzgar por los resultados que obtuvo con Fernández. El triángulo de poder se complementa con Sergio Massa , ahora en su rol de ministro de Economía, quien siente que ha llegado a salvar la situación y que eso le da mucho peso para opinar y jugar a dos puntas. De allí, que tras reunirse seguido con Cristina le haya pedido a Fernández, en esa misma reunión de Olivos, que defina lo antes posible su situación. En este clima de belicosidad interna, el documento de Juntos por el Cambio lo que hizo fue ayudar al oficialismo a cerrar filas detrás del rechazo al concepto de "bomba armada para el pueblo argentino" y a diluir un poco el terremoto interno. De la boca para afuera, el Frente de Todos hizo eje en el término "bomba", que atribuyen al odiado Mauricio Macri y buscaron atenuar que Juntos haya afirmado que la situación era "peor a la de 2015", una saeta directamente lanzada hacia Cristina. El centro de la crítica opositora estuvo dado en ponerse e n contra del uso utilización de i nstrumentos financieros en pesos ajustados en dólares porque "con esto, el gobierno nacional no hace más que especular con dejar una bomba de tiempo al próximo gobierno". Uno de los tics del kirchnerismo es rechazar el financiamiento en dólares, sobre todo si hay que estar sujeto a legislación extranjera. Siempre es mejor litigar en los Tribunales locales y eventualmente no pagar o reperfilar, sostienen. La crítica opositora fue hecha al corazón de uno de los problemas actuales, "una crisis de financiamiento que tuvo su epicentro de junio de 2022" y la necesidad de pasar la gorra todos los meses por cantidades industriales de pesos. El viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, salió a refutar la cuestión con bastante cintura, ya que tuvo que aliviar conceptos críticos hacia el financiamiento del Estado que él mismo había pronunciado en su momento, poniéndose ahora obligadamente del otro lado del mostrador. En su defensa, el número dos de Massa le preguntó a sus colegas de Juntos "¿cómo una deuda de 8% del PIB que requiere sólo 0,2% de esfuerzo fiscal para no crecer es catalogada de insustentable?". Y después tiró su propia bomba, la que pasó bastante inadvertida aunque pegó de lleno bajo la línea de flotación de la política, ya que esbozó el criterio colaborativo que algunos de Juntos quieren abordar, aunque nunca antes se intentó porque la falta de confianza anula el necesario y mínimo "afecto societatis" que habría que tener: "¿Y si para que la deuda no crezca más, buscamos todos, como política de Estado, aprobar un Presupuesto sin déficit fiscal primario?", dijo Rubinstein por Twitter. Ni el tambaleante kirchnerismo, colgado de las cuerdas y dispuesto a tragarse todos los sapos, tuvo espaldas para catalogarlo como un redomado neoliberal. Aquel reportaje al Presidente que registró esas dos afirmaciones tan disonantes sobre la interna que terminaron mostrando su debilidad, dejó varias otras perlas y afirmaciones tiradas al voleo, más propias de gobernantes voluntaristas o quizás desinteresados y que quedan expuestos a que la realidad luego los desmienta. Fernández es un campeón en eso de decir o prometer cosas que luego no se cumplen y habrá que guardar esta frase para cotejarla con lo que habrá de decir hacia mediados de año: "el gasoducto Néstor Kirchner resolverá gran parte del problema de la exportación de la energía". El tema lo tocó en medio de señales que hacen pensar que esto no será tan así, aunque el eufemismo "gran parte" le puede brindar cierta cobertura a futuro. En primer lugar, porque ya no se habla de venderle gas a Brasil, sino que se supo que le se le ha pedido a ese país es que sea proveedor, en caso de necesidad. En segundo término, se anunció la compra de 30 barcos regasificadores , que hasta ahora son menos que los 41 del año pasado, pero que igual implicarán una importante salida de dólares, divisas que no hay. En este sentido, habrá que ver si para conseguirlas se vuelve a apelar a otro round del dólar-soja, ya que hay mucho de esa legumbre guardada en silobolsas a la espera de un nuevo pase de gorra. La información que se dio a conocer hablaba de un "ahorro" presupuestario en la compra de gas por U$S 2.100 millones, aunque no por mérito de la negociación sino por la baja de precios. El juego del desconfío en su máxima expresión: siempre medias verdades, que no dejan de ser medias mentiras.